Dios llenó de árboles el mundo.
Él sabía que necesitaría algunos troncos un día.
Luego del polvo hizo al hombre.
Este hombre sería su choza, su morada.
Dios venía de la luz, Él era la LUZ.
Un día, su presencia iluminó el rostro lloroso de muchos y las tinieblas crujieron ante su presencia, estallando fuertemente.
¿Qué propósito tenían aquellos dos troncos cruzados?
Tenían el propósito de ser sembrados en el monte del calvario, para que un Hombre con sus brazos abiertos, muriera allí.
¿Por qué el hombre del pecado, hecho de barro, no pudo pagar por su pecado, sino que aquél Hombre, vino a pagar por él?
El hombre no podía pagar tal precio, pero la sangre que fluyó de aquel Hombre era la del Hijo de Dios, y ésta fue absorbida ávidamente por los hombres del polvo, hasta quedar embebida en los corazones de tanta y tanta gente agradecida.
El rostro sombrío de los humanos, con lágrimas que brotaban de sus ojos, fue alumbrado con la misericordia de Dios y borrando dicho llanto, fue limpiado y consolado.
Aquí tenemos las tres cosas:
La cruz era de madera.
El hombre era de barro.
El Hijo de Dios, de luz.
Así pues, los componentes de la salvación incluyen el pecar del hombre, el arrepentimiento del pecar, y la aceptación del sacrificio del Hijo de Dios.
La salvación del humano, también incluye:
La luz iluminando al hombre.
La muerte del Mesías en un madero.
La resurrección del Poderoso Hijo de Dios.
Sí, es cierto, están las espinas, el madero, la lanza… pero la misericordia actuó con clavos para UNO y vida para otros…látigo para UNO, limpieza para otros.
Utilizó la madera del árbol, se puso en un vaso de barro como nosotros, pero era LA LUZ.
¿Cómo comprender todo esto? Este es el momento de guardar silencio.
¡Rumbo a la Gloria!
José Carrera