En Juan 19:34 se narra como un soldado traspasó el costado de Jesús, con una lanza.
De la herida salió sangre y agua.
Nadie en la tierra en ese tiempo, tenía los suficientes conocimientos para dar una explicación científica al respecto.
Tuvieron que pasar 18 siglos para tener más luz de lo que sucedía en ese momento, en el cuerpo de Jesús.
El doctor Simpson descubridor del cloroformo, estudioso dela universidad de Edimburgo, escribió en un folleto en manera clara y extensa, que Jesús de Nazaret, murió de lo que se conoce en el campo de la ciencia como extravasación de la sangre, y que en lenguaje popular, se le llama corazón partido.
Cuando uno muere con los brazos extendidos y con mucho sufrimiento y gran pérdida de sangre, heridas sin atender y golpes, etc., como fue con Cristo, al sufrir tanto el corazón y latir cada vez más rápido, la bolsita que lo cubre llamada pericardio, se comienza a llenar con agua, para que el corazón no se queme hablando literalmente, y el resultado es que a más sufrimiento, más líquido.
Los corpúsculos rojos de la sangre se comienzan a separar del suero y al romperse el corazón, salen separados.
Cuando el soldado atravesó literalmente el corazón de Cristo con la lanza, al romper la membrana del pericardio, se dio el hecho de brotar el agua separada de la sangre.
Por otro lado, es más probable que el soldado que hirió a Jesús en su costado, haya sido zurdo, en 300 posibilidades contra una, pues la razón es que existen 300 hombres derechos por cada zurdo… la lanza entró directo al corazón por el costado izquierdo.
El Señor Jesús hizo que su sacrificio contara a nuestro favor, con agentes limpiadores como su hermosa sangre y el agua que contenía su cuerpo que hace los corazones resplandecientes a la mirada escrutadora de Dios, quien satisfecho, se complace en el sacrificio de su Amado y por medio del cual somos aceptos ante Dios.
Nuestro mundo estaba lleno de corazones partidos por el pecado, por el dolor y la lejanía de Dios… el corazón partido del Señor Jesucristo los arregló todos en la tarde del calvario.
¡Rumbo a la Gloria!
José Carrera