El Dios grande y majestuoso e infinito, en su persona es luz perfecta que revela todo a su alrededor.
Es perfecto en excelencia moral y es santo y ninguna tiniebla hay en Él.
Este Dios es eterno y santo, puro y justo.
Decir que es amor y verdad, o esplendoroso, no nos dice mucho a la mente porque estas cosas son como ejemplo.
La santidad y la rectitud de Dios no son solamente atributos de su persona, sino que son su misma esencia.
En realidad, solo Dios es santo. La santidad está donde Él está.
El ser humano por otra parte, hecho de barro, parece que su vida es vivir en el lodo, que significa realmente pecado, desobediencia y maldad.
Cuando el corazón del hombre se pierde en este punto, lo único que encuentra para su vida, es un baño de lodo diariamente.
La bandera de Dios invita a buscar la limpieza del pecado.
¿No nos interesará la salvación de la gente? ¿De nuestra familia? ¿De nosotros mismos?
Para lograr la salvación que Dios ofrece gratuitamente, necesitamos salir del lodo en que nos encontramos y caminar hacia la limpieza de Dios.
Si Él es santo, exige que quien se acerque a Él, también lo sea.
La impureza y la maldad debe alejarse a nuestras espaldas, entre tanto nuestros pies se acercan a la fuente de limpieza en la persona del Dios vivo.
No se trata de una especie de limpieza temporal.
A esto se le puede llamar la entera santificación.
El creyente haciéndolo así, no debe decir: soy santo. Sino humildemente, decir: soy santificado.
El baño de lodo corresponde a todo lo que es lejanía de Dios.
El baño de luz corresponde a todo lo que es relación con Dios.
El Dios social, no es un Dios solitario.
La Trinidad nos enseña que Dios es una familia.
El Padre tiene relación con el Hijo y el Hijo con el Espíritu Santo.
El Dios Trino dentro de su Deidad, tiene una eterna comunión.
Sí Dios es trino tiene que ver con las relaciones interpersonales.
El ser humano alejado de Dios cayó en este barranco lleno de lodo.
El sacrificio del Señor Jesucristo nos baña de luz y nos limpia de todo pecado para que volvamos a tener relación con Dios en su pureza, amor y santidad.
¡Rumbo a la gloria!
José Carrera