Un niño preguntó a su papá que si jugara a las escondidillas con Dios habría algún lugar donde Dios no lo encontrara, el papá contestó, Dios te encontrará en donde te escondieras. Los hijos de Dios estamos escondidos en Cristo. Colosenses 3:1-3, si Dios nos encuentra en Cristo él sonreirá.
Muchos han tratado de esconderse de Dios, como Adán y Eva en el huerto, como Elías en una cueva y Jonás en un pez. Muchos de los animales que son presas, tienen sus ojos más a los lados que enfrente, así perciben cualquier movimiento entre los arbustos. Ellos no creen que sea una piedra lo que se mueve, o que el pastizal se agita solo, saben que está agazapado entre los arbustos algún león o leopardo.
Los animalillos que son cazadores, depredadores, tienen sus ojos más al frente, fijos e insensibles como el afilado acero.
Dice la Palabra de Dios que satanás es como un león, depredador y con sus dos ojos hacia el frente busca a quien devorar.
Los querubines de Dios están llenos de ojos, Ezequiel 1:2-11, si el enemigo nos mira a nosotros con sus dos ojos para devorarnos, debería tener mucho cuidado porque estos querubines son siervos de Dios que nos defenderán y lo miran a él con muchísimos más ojos.
El enemigo nos mira con sus dos ojos agresivos y busca devorarnos, pero Cristo es una piedra llena de ojos y nos cuida, Zacarías 3:8-9.
En apocalipsis 4:5-8 la Biblia habla de unos seres vivos con cara de ángel, cara de león, de águila y de hombre. Si nuestro enemigo cree que nosotros somos fácil presa para él, porque nosotros tenemos los ojos a los lados y él los tiene al frente, hay muchos, muchos ojos más que lo observan a él como una presa fácil.
Los ojos de Dios miran al pasado, al futuro, al presente, al aoristo. Miran hacia abajo, a un lado, hacia arriba o al frente. Todo el universo lo mira Dios sin mover su rostro y cuida a sus hijos en todo lugar, en todos los tiempos y en toda nación. 2ª Crónicas 16:9.
Es entonces que el cazador, el león del desierto, el cual ante el hombre es un cazador para matar, se convierte en una presa… Dios lo observa, lo vigila y le sigue los pasos.
Si con una mirada el depredador del mundo quiere hacerle daño al rebaño de Dios y quiere abalanzarse con mil de los suyos, de pronto será perseguido y ahuyentado de la Santa propiedad Divina.
¡Rumbo a la Gloria!
José Carrera