La ventana de oportunidad que a veces se abre, puede durar muy poco, tanto que tan pronto como se presenta, desaparece.
Una bendición para hacer algo, lograr algo para Dios, agradarle o agradecerle, se va… nosotros nos quedamos en una babel si no la aprovechamos.
Hay confusión total cada vez que nos desviamos, nos estancamos, o por nosotros mismos decidimos detener el paso… y en eso, se cierra la ventana, o también se le puede decir la puerta.
La gente de afuera, de adentro, familia e Iglesia, dirá en su corazón que la confusión es cantinflezca cuando no se es claro en el vivir, hablar y conducirnos en Dios.
No hay gente VIP en el pueblo de Cristo.
Todos somos iguales a los ojos del Creador.
Todos somos responsables delante de Dios, aunque cada uno en lo personal, tanto por lo que él nos dio, como por la diferencia de tarea que nos encargó.
Lo correcto no necesita que nadie lo promueva, se vive solito.
Hay una gran angustia al no obedecer a Dios y saber que sin Cristo la gente necesita la salvación, aunque estemos en el Señor seremos infelices.
Puede ser que a nuestros propios hijos les aprobemos a los 8 y les reprobemos a los 16. Puede que manejemos como cemento fresco a nuestros niños a los 10 años de edad y los rompamos con el marro a los 20.
Muchas cicatrices, al volver a sangrar, pueden derrumbar hasta ministerios.
No se desmorona el que permanece en Dios, sino crece, avanza, aprovecha cada día para honrar a Dios. El que está en Cristo no es de azúcar, es de sal.
Solo puede ayudar al que cayó, uno que está firme.
Cuando vamos al Calvario, podemos conducir a otros allá.
Conocemos el camino hacia Dios, por eso podemos llevar a otros ante él.
No podemos ser guías de nadie, si al lugar al que les llevamos, nunca hemos visitado por nosotros mismos. Pero decimos a otros: QUIERO QUE VEAS LO QUE VÍ, OIGAS LO QUE OÍ Y VIVÍ LO QUE VIVÍ.
Hemos estado en el Gólgota y por eso, seguido llevamos a otros a ese lugar. Sabemos cómo llegar, quién está allí, qué decirle, cómo acercarnos y sufrimos, si no estamos en lo que nos cómo acercarnos y sufrimos, si no estamos en lo que nos corresponde.
Servir al Señor, y predicar a otros, dar también testimonio de santidad, ¿Es para usted como una cima muy escarpada? Claro,
debe ser porque lo escarpado que existe en el trayecto de nosotros a Dios, es para agarrarnos y ascender… ¡EN LO LISITO NOS RESBALARÍAMOS!
¡Rumbo a la Gloria!
José Carrera